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sábado, 28 de julio de 2012

Sueños


¿Qué son los sueños? Siempre me lo he preguntado.


Yo no solía soñar nunca, quizás alguna vez cuando era niño, me despertaba sobresaltado y sudoroso y corría a la cama de mi madre, donde hallaba consuelo y un beso en la frente mientras me decía que no tuviera miedo, que los dragones que me perseguían en el sueño se los llevaba la brisa de la mañana y no los dejaría volver.

Mientras me acariciaba la cara, yo me dormía a su lado y me despertaba al día siguiente sin acordarme para nada de aquella turbación.

Cuando crecí ya no volví a soñar más, o por lo menos no me acuerdo, creí que eso solo les pasaba a los críos, por la mente tan imaginativa que tienen, pero últimamente... he vuelo a soñar.

Sueño cosas muy raras, que me dejan mal cuerpo, despierto sobresaltado como cuando era niño y lo peor de todo, es que los malos sueños, esas malas imágenes, a veces... se cumplen.

Creí que todo esto se debía al desorden que hay en mi vida, estoy harto de mi trabajo, de la mesa de mi oficina, de tener que llevar corbata todos los días... de esa comida pre cocinada que me hace compañía en el desierto de mi casa.


Por otra parte, mi novia, bueno, mi ex novia, se cansó de mí y del poco tiempo que le dedicaba. Esto también lo había visto en uno de mis sueños, justo unos días antes de mandarme... a la mierda. Todo esto hace que tenga la cabeza atolondrada, y es por eso que... vuelvo a tener pesadillas, que hacen que esté un poco peor si cabe.

Una noche, me fui a la cama a descargar la tensión que traía encima, a echar un sueño reparador que me permitiera volver de mañana a aquella horrible oficina y desempeñar mi trabajo. No tardé en dormirme, y algo pasó, no me digas el qué, pero vi como una preciosa mujer entraba en mi habitación y me cogía de la mano. Me llevó a pasear por un pueblo que yo no conocía, llegamos a una plaza y nos sentamos en uno de sus bancos. Ella, no dejaba de mirarme a los ojos, mientras yo me veía reflejado en los suyos, que eran de un precioso e intenso azul. 

Me pareció que aquella mujer me entendía sin ni siquiera tener que hablar.
Sonó el maldito despertador, ese que me devolvía cada día a la cruda realidad, pero me levanté con una sensación... no sé... muy agradable. Por fin tenía un buen sueño y no una pesadilla.

Estuve todo el día pensando en aquella mujer, no lograba acordarme de cómo eran sus labios, ni su pelo, ni su vestimenta. Solo podía acordarme de aquel azul que salía de su cara.

Los siguientes días no soñé nada, ni bueno ni malo, nada. Pasó algo más de un mes y por fin la bella dama vino de nuevo a buscarme.

Cuando me cogió de la mano, me transmitió una seguridad increíble, si en ese momento me dice que es la muerte que me viene a buscar... me voy con ella sin dudarlo un instante. Fuimos paseando por las mismas calles que la otra vez y llegamos a la misma plaza. Había una estatua con una fuente y nos sentamos al borde. No me soltaba la mano, me la apretaba con fuerza mientras con la otra rozaba el agua, pero de una manera... como si estuviera acariciando la cara de un bebé.

Pasó lo mismo de la otra vez, no pude apartar mi mirada de la suya, era como si entre sus ojos y los míos existiera un potente imán invisible que me cortaba la respiración.

Al día siguiente volvió a pasarme lo mismo, me levanté con una buena sensación, como cargado de energía, no sé. Pero seguí sin acordarme de ningún detalle, solo aquel azul que invadía todos mis sentidos. Todas las noches me acostaba con ganas de volver a verla, pero se hacía de rogar, pasaban los días y no venía. 

Empecé a interesarme por los sueños y a creer en ellos, fui a la mayor librería de la ciudad en busca de información, quizás había algún libro sobre estos temas. Me sorprendí al ver que hay muchos, pero quería llevarme a casa el mejor. Había una chica que estaba echando un vistazo a los mismos libros que yo y no dudé en preguntarle:
—Perdone señorita... ¿Usted cree en los sueños?—Sí, claro. Creo que nos transmiten información del subconsciente, lo que pasamos por encima, lo que echamos a la papelera de reciclaje o algo así.—Y... ¿Cómo sabes descifrarlos?—Es muy fácil, usted, al despertar, no debe prestar atención a lo que vio, si no... a lo que sintió.—¿A lo que sentí?—Sí, preste atención al sentimiento. Si se despierta con miedo, con rabia, con ira, aturdido o...—¿O qué?—O si se despierta con buen sabor de boca, con una sensación a la que le gustaría volver, con sentimientos muy buenos que no quiere perder.—Sí, así es como me despierto, con ganas de volver.—Pues siga ese sueño amigo, descífrelo, busque lo que le quiere decir y vaya a donde quiera que lo lleve.
Me vino bien hablar con aquella chica, me dio la impresión de que sabía mucho sobre este tema. Cogí el libro que me recomendó y me pasé el fin de semana leyéndolo, o mejor dicho, estudiándolo. Era muy interesante.

Una de aquellas noches, la dama volvió. Me cogió nuevamente de la mano y paseamos por aquel pueblo, que me robaron la atención, no sé por qué, fue su pelo. Era negro como el azabache, como el carbón, y caía en grandes mechones sobre su espalda.
Después de caminar largo rato me paré, ella me miró con cara de querer que siguiera, entonces yo le pregunté su nombre, pero ella tiró de mi mano para que siguiéramos andando y no me contestó.

Cada día me levantaba mejor, como cuando estás enamorado. Y es que estaba enamorado de aquella mujer, estaba enamorado de un sueño.

Empezó a venir más seguido, dos o tres veces por semana y yo estaba cada vez mejor. Estaba tan bien, que en la oficina se creían que tenía una nueva novia y bromeaban diciéndome que se la presentara. Pero claro, si les digo que mi novia es ficticia, que solo la veo en sueños... me mandan directamente al hospital psiquiátrico. 

Cada noche, ella me enseñaba algo nuevo, un monte, una playa, un árbol centenario, un verde prado donde tumbarnos... sus ojos seguían tan azules como el primer día, su pelo cada vez era más negro y su vestido de gasa, era de un verde difícil de pintar. Por fin una noche de las que vino a verme, me habló:
—Estoy aquí porque quería hacerte ver y sentir. Los primeros días solo podías centrarte en mis ojos, mis labios, mi pelo... estabas centrado en mí, mientras te perdías todo lo que te rodeaba. Quería que vieras que había aún sol que nos calentaba e iluminaba los largos paseos, que había una brisa que te acariciaba la cara intentando que te olvidaras de los humos de la gran ciudad y que esa misma brisa nos traía un olor a un guiso que una madre preparaba con amor para sus hijos. Te perdías el paisaje, el paisanaje... lo simple y lo importante que es el silencio. Pero con el paso de los días, has aprendido a mirar a tu alrededor, con el roce de mi mano en la tuya, sabes que estoy contigo y que mientras paseamos puedes ver y sentir el viento, el olor a mar, los paisajes, el trino de los pájaros, la risa de un niño que juega feliz...
Y no te voy a decir mi nombre, solo te diré que soy hija de un halcón que una vez se posó en el paraíso. Dónde él se posó, se fundó el pueblo por donde tú y yo paseamos y por donde tú tantas veces pasearás. Busca el halcón y hallarás la felicidad.

Y desapareció. Al día siguiente apunté en un cuaderno todo lo que me había dicho, pero cuantas más veces lo leía, menos entendía ¿hija de un halcón?

Me daba cuenta de que ella tenía razón, al principio solo podía ver sus ojos, su pelo... pero cuando ya estaba más seguro, mis sentidos despertaron del letargo donde seguramente yo los había encerrado. Los largos paseos me alegraban la vista, podía embriagarme con el olor de la más pequeña flor de aquellos verdes prados, el sol, la brisa... aquella mujer me había hecho nacer de nuevo.

Pasaron los días, las semanas y los meses, pero la bella dama no volvió a buscarme. Yo la necesitaba, quería volver a verla, a sentirla...

Estaba enfadado porque ya no venía a verme y a la vez agradecido, ya no me molestaba estar solo, disfrutaba de ello, aprendí a estar a gusto en mi trabajo, abandoné la corbata que tanto me oprimía y empecé una nueva vida.
Pasaron más días, más semanas, más meses y no volví a verla jamás. Me resigné a que todo aquello había sido un simple sueño y no había que darle más vueltas.

Llegó el verano y con él, mi mes de vacaciones, pensaba irme al sitio de siempre, a aburrirme debajo de cualquier sombrilla tirado en una terraza atiborrándome de cerveza, pero mi compañero de oficina, me propuso irnos los dos sin destino fijo, a donde el viento nos llevara. No me pareció mala idea y como estábamos cansados del calor de la ciudad, decidimos empezar viajando hacia el fresco norte de España, que además, ninguno de los dos lo conocíamos.

El viaje no se hacía nada pesado, porque los verdes paisajes nos iban entreteniendo. Cuando nos quisimos dar cuenta, eran las dos de la tarde y decidimos parar en un bar de paso a comer y a estirar las piernas. Yo no sabía ni donde estaba, mi compañero me dijo que acabábamos de entrar en Asturias, la verdad es que todo era muy bonito, teníamos hambre y en aquel bar olía muy bien. Cuando estábamos comiendo me fijé en un cartel que había en la barra:

“ASTURIAS, NO TE PIERDAS EL AZUL DE MI MAR,
MIS VERDES PRADOS Y MI NEGRO AZABACHE”.
Yo pensé: esto es como mi dama, el azul de sus ojos, su pelo negro y su vestido verde.
Estuvimos de sobremesa y después nos fuimos a caminar descalzos a una playa que había allí cerca. Aquellas vacaciones tenían buena pinta, era nuestro primer día ya mí ya me estaba gustando. Ya era casi de noche, volvimos a coger carretera y mi amigo pensó que sería buena idea buscar un hotel o una pensión para dormir y al día siguiente seguir camino más descansados. Estábamos de vacaciones, no había ninguna prisa.

Nos salimos de la autovía y anduvimos por una carretera entre pueblos pequeños, de repente llegamos a uno donde había una fiesta, mucha gente, música y buena sidra. Nos apeteció parar, podríamos pasarlo bien allí y de paso buscar hospedaje.

Me quedé muy sorprendido al ver... ¡Había una fuente como la que veía en mis sueños! ¡Sí!

Mi amigo quería sacar el mapa para saber dónde nos encontrábamos exactamente, pero yo le dije que no hacía falta, que yo lo conocía, aunque no sabía cómo se llamaba.
Él sabía que yo nunca había viajado al norte y me miraba extrañado mientras yo le decía:
—Mira, esta es la plaza del pueblo, donde se reúne la gente y los niños viene a jugar. Por esa calle se sube a la iglesia, por allí hay restaurantes donde huele de maravilla, tiendas y negocios que pasan de padres a hijos y donde te tratan como si te conocieran de toda la vida. A un paso está la playa y a otro la montaña...—¿Y tú... cómo sabes todo eso?—No me preguntes, es esa sensación de la que habla la gente, cuando dicen que parece que conocen un sitio y nunca han estado. ¡Nos quedamos!
Todo el pueblo está de fiesta, en las calles se respiraba las ganas de divertirse, todos traían camisetas iguales donde ponía: FIESTAS DE SANTIAGO, POSADA. Pero... me fijé en unas letras más pequeñas donde decía:

DONDE MI HALCÓN SE POSARE, MI POSADA EDIFICARE.
—¡Un momento!
No podía creer lo que estaba viendo. Paré a un crío y le pregunté qué significaba aquello del halcón que ponía en las camisetas, me dijo que no lo sabía, que podíamos preguntárselo a su hermana. Levanté la vista... y la vi ¡Era ella!, con un vestido de gasa verde, cabellos negros como el azabache y unos grandes ojos azules. No me atreví a moverme, casi ni a respirar, ella estaba allí, mirándome. Tuve que pararme a pensar si estaba en uno de mis sueños o era verdad que aquello estaba pasando. De repente ella avanzó hacia mí y me dijo:
—¿Crees en los sueños?
Y fue allí donde se acabó el ruido de los coches, el humo y la contaminación de la ciudad, fue allí donde olvidé que había tenido una vida que no me gustaba y donde dejé que mi halcón, mi corazón y mis sueños se posaran.

Y fue allí donde edifique mi Posada, para estar, vivir y envejecer junto a ella, mi dama.

( esto lo escribí va unos años pal libru de SANTIAGO DE POSADA
¡VIVA SANTIAGO Y LOS QUE LU CELEBRAN!!!)

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