Hay que ver como cambió la vida en pocos años, me refiero a la de los pueblos, me imagino que enas ciudades no haya cambiau tantu.
Me acuerdo de aquellos tiempos, preciosos tiempos, de cuando yo diba a l’escuela, primero a Vibañu y después a Lledies. Cuando llegábamos pe la tardi, lo primeru era dir a quitar la ropa, era una obligación porque si la emporcabas… a ver que llevabas a otru día. Tenía que durati toa la semana, quitando el día que teníamos gimnasia, que llevábamos aquellos chándal azúl marino, porque en aquella época ti lo compraban tou d’esi color pa que jora sufridu. Que mirando el diccionariu, la palabra sufridu trae:
- Que sufre sin resignación, sin queja.
- Muy resistente al uso, color sufrido, tela sufrida.
- Dícese del marido consentidor.
Desde luego, los Reyes que venían a mio casa, no tenían ni puta idea de lo que mi gustaba, tenían el mismu gustu que mio madre, ¡que fijación con esi color! ¿Cómo querían que vieramos la vida de color rosa, si estaba tou inundau de color sufridu?
Sigo. Quitábamos la ropa na más llegar de l’escuela y preparábamos un bocadillo. Encima la mesa, la mayoría de los díes jallábamos un papel informativu onde encontrabas instrucciones claras de lo que tenías que jacer y a onde ir: “Tamos en Recostrón, ide p’allá y llevade zada. Estamos en Jutorneru, bajade con pradera. Estamos espardiendo cuchu ena pasera, bajade con pala dientes”. ¡Hala!, con el bocadillo en una mano y el aperu ena otra, allá íbamos.
Lo peor de lo peor era cuando llegabas y non jallabas papel ena mesa. ¡Buf! Yo estaba toa la tardi que non sabía que era lo que iba jacer. Pensaba hasta que se mi jacía el cerebru caldu de pensar. ¿Y si se yos olvidó dejar papel? ¿Y si estó aquí toa la tardi en casa y me necesitan? ¿Me riñirán por no ir?... ¡madre de Dios! Si ti dejaban papel, malu, porque tenías que dite toa la tardi a trabayar como un burru, pero peor era cuando no ti lu dejaban.
Una de las cosas que más odiaba yo era que igual llegabas de l’escuela y dicía mio madre:
—¡Hala! Merendade que tenés que dir a llevar la molienda al molín.
—¡Home no jodas! Acababamos de subir de Vibañu… ¿y teníamos que golver a bajar?Y como antes eso de dicir que no, no existía, por lo menos en mio casa, pues con siete años ya sabías dicir tacos y echar juramentos, era la única manera que tenías de descargar la rabia, la ira y esas cosas. Ahora llevarían al guaje al psicólogo, antes no, antes echabas juramentos pe la Barrera p’abaju y venías pa casa como nuevu.
Pero eso no era lo peor, lo peor era que la molienda ti la mandaban en una burra que teníamos negra, que cuando ponía las oreyas p’atrás y empezaba a jacer cosas raras con la boca, como si mazcara chicle o así… ¡ya podías correr! Ya podías correr porque mordía la jodía. Asi es que te tenías que plantar en molín d’Amada con aquel animal que yo i tenía más miedu que vergüenza.
Llegabas allí y salía Amada la probe a garranos la molienda y na más quitai el pesu d’encima… salía corriendo que no la pillabas hasta Rusecu. Llegaba siempre un cuartu d’hora primero que yo, porque además no te lo pierdas, sabía el camín de memoria, que siempre me pregunté que pa qué me mandaban a mi con ella, si total, a mi ni me vía siquiera, ni me obedecía ni nada. Ella, na más i ponían el maíz encima salía corriendo y no paraba hasta que llegaba al molín, y cuando llegaba al molín, na más que i quitaban el pesu d’encima, ya non paraba de correr hasta Rusecu. Ya mi dirés pa que me necesitaba a mí, pa nada absolutamente, lo únicu pa mordeme si me travesaba pel mediu, que mi daba unos esmenones ena ropa que me dejaba temblando.
Buenu, el casu é que siempre tenías la tardi ocupada. Al oscurecer díbamos pa la cuadra, mientras eras chicu sacabas el cuchu y cebabas los conejos y esas cosucas.
Después que crecias un pocu, ya nos ensiñaban a mecer, teníamos una vaca rubia manca de una teta y en esa aprendí yo. Era muy cómoda de mecer porque tenía las tetas muy grandes y como solu tenía tres… pues acababas antes.
De vez en cuando ti pegaban alguna patada, rabazos a tutiplén… pero enseguida aprendías y cuando ya sabías bien, ti tocaba madrugar pe la mañana pa mecer. Ibas ascendiendo así.
Enseguida, de bien chicos nos empezaba papá a dar clases de tractor, sin teórica, solu la práctica. Despacín y tal y cual, ibas aprendiendo a pilotar y ya enseguida nos dejaban llevar el tractor a los praos que eran más llanos y traer el verde… yo dicíai a papá:
—Papá, ¿mi dejas meter cuarta?Y elli mi contestaba:
—Vale, pero solu hasta el Toral, después en tercera.Y yo venía pasada de contenta y dicíai a Vicen:
—Hala! Papá mi dejó meter cuarta hasta el Toral, ¡¡¡chincha!!!Y así pocu a pocu, pe las tardis y los fines de semana nos iban ensiñando a jacer de tou. Las noches eran pa jacer los deberes, cenar y pa la cama, que otru día nos esperaba. Bajábamos a Vibañu a l’escuela pe la mañana, subíamos a comer a mediodía, golvíamos a bajar y golvíamos a subir pe la tardi. Con un pocu de suerte, no nos tocaba bajar otra vez con la burra al molín o a comprar a la tienda de la Vega.
Los guajes de ahora tienen un pocu más de suerte que nos, van y vienen a l’escuela en taxi, vienen y se tumban en sofá a jugar con la Play. Meriendan sin mirar lo que comen porque tienen todos los sentidos puestos ena pantalla. Es cuando empieza la madre a machacar pa que jagan los deberes, yos entra per una oreya y yos sale pe la otra y cuando llega la noche… ellos siguen en tal estau. Pa que cenen hay que riñir y después ya jacen los deberes al trote y corriendo y si no, los llevan sin jacer, total, que más da.
Como no ponen arte hay que apuntalos a clase particular los lunes, miércoles y viernes. Los martes tien kárate pa que eche brazu, los viernes futbol pa que jaga deporte, respire aire puru y tenga amigos. Y los sábados va a informática pa que no se quede atrás en estos tiempos que corren.
Sin duda la vida dio un cambiu radical ¿pa mejor?
Resumiendo, antes llegábamos y quitábamos la ropa lo primeru, ahora no la quitan porque total no se manchan, además, está mal vistu repetir modelo dos díes siguidos. Los campin azul marino, ni los conocen.
Ellos tamién tienen papel encima la mesa, pero el de ellos pon que tienen el bocadillo jechu en el armariu y el colacao en microondas na más pa ponelu a calentar.
Ellos tienen ingles los lunes, miércoles y viernes, nos teníamos clase de mecer. Los martes tienen kárate, nosotros lanzamientu de zada (si te ponías tontu). Los viernes futbol, nosotros footing detrás de la burra. Los sábados informática, nos, clases prácticas de tractor. El domingo ellos descansan, nos… no.
Y con tou y eso, yo no yos cambiaba la infancia mía por la d’ellos por nada del mundiu, trabayando como burrinos, pero éramos felices así porque no conocíamos otra cosa, no como los de ahora, que no se contentan con nada.
Es como el chiste esi que diz unu a otru:
—¿Tú que prefieres tener, doce jiyos o doce millones de pesetas?
—¡Coño, vaya pregunta! Yo prefiero los doce millones.
—Pues yo no, porque con doce jiyos ya tienes bastante, pero con doce millones de pesetas… tovía quieres más. Jej
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