Ads 468x60px

Labels

lunes, 6 de agosto de 2012

El supermercau


¡Ay Dios, como es el veranu! Tul añu esperando que venga el calor porque estamos jartos del friu y de traer el mocu tul añu pegau a las narices, y cuando por fin llega el mes d’Agostu, resulta que nos agobiamos porque se enl
lena esto de los “necesarios veraniantes” y nos alteran.

Pero tienen qu’entendenos, que no es que vos tengamos rabia ni nada d’eso, nada más lejos, préstanos munchu ver estos aburridos pueblos llenos de xente, lo que pasa, es que estamos diez meses aquí unos cara pa otros, que no nos molesta ni el ruidu de las moscas y de repente, un día no nos podemos ni mover del jaleo que hay. Entós, eso, nos rompe los esquemas, porque paece que no nos acordamos de un añu pa otru como é la movida, paez que siempre nos pesca de nuevos aquí y sin embargu estamos jartos de ver como es esto en veranu, vaya, de toa la vida. Y siempre, cada añu nos sorprendemos a nosotros mismos jaciéndonos la pregunta de siempre:
—¿No podrían venir más repartidos? 
Y no, ya sabemos que non podés venir más repartidos, que las vacaciones de veranu, son… en veranu, y no hay más.

Con los años vas aprendiendo cosas y procuras por ejemplu non bajar a Posada los viernes, non dir a Llanes los martes, dir a comprar enas horas que ellos están enas playas… en fin, lo que sea con tal de no tropezar munchu con ellos, porque lo que ti puede llevar jacer media hora pel inviernu, en esti mes se convierte en hora y media o dos horas, porque echas casi tou el tiempu en colas, si, en colas.

Por ejemplu el otru día tevi que dir yo a comprar a Posada pe la mañana, ya ahí ena recta había una cola del demoniu que pensé que había un accidente, y nada d’eso, era, que ya era Agosto y se había enterau tou chichirimundi menos yo.

Pues quieras que no, ya echas media hora o más ena cola hasta que alcuentras un sitiu p’aparcar, que como entovía no se inventó el coche plegable, pues… eso.

Vas pal supermercau, garras un númeru pa la pescadería, otru pa la frutería, pa la carnicería y pa la charcutería, pa tou lo que acaba en “ría”. Jállaste entonces con cuatro papeles ena mano, con cuatro números, a esperar de onde te llaman primero. Con la vista vas controlando el chisme onde apaece el númeru en colorau. Ya se acerca el nuestru ena frutería, solu tenemos delantre una paisana, pero como no tien prisa…:
—Écheme un cuarto de kilo de ciruelas, que no estén muy maduras, tampoco muy verdes. Una cebollita, una cabecita de ajos… un tomate… ¡Ah! y cien gramos de cerezas. ¿Las puedo probar?
Pa cuando jezo la pregunta de si las podía probar, ya traía una dándoi güeltas ena boca, saboreándola bien… y escupe la pepita la tía gocha entre las lechugas.

Sigue pidiendo de uno y de otro, de pieza en pieza, de lo que más pide son cien gramos, en vez de pidir dos o tres kilos de cada cosa y quitase del mediu pa tou lo que-y resta de mes!!!

Por fin vase y tócami el turnu a mí, pero como a lo que iba era a por lechugas y acordeme de que la otra indeseable había escupidu la pepita allí… pues pidí tomates.

Miro pa los números y ya mi va a tocar ena carnicería, me arrimo y voy viendo el material, está tou bastante frescu. Tengo delante a otra paisana que trae los pelos todos arregañaos, de mediu arriba solu el bikini, de mediu abaju un trapu que i tapa pocu más que las bragas y unas chanclas que dejan ver unos dedotes llenos de mierda, que traen toa la polvoreda que apañó de Castilla la Mancha p’acá… y no puedo dejar de pensar:
—¿Onde irá esto?
Eso está bien pa dir a tomar algo al chiringuito de la playa, pero ¿Pa dir a comprar carne? ¡Home no me jodas!

El casu é que yo iba a por unos chuletones pa comelos con la lechuga (que no compré) , y resulta que la de las chanclas llevó todos los que quedaban, llevó pa un regimientu, se conoce que son muchos en casa y mandaren a comprar a la que más llímpia estaba. ¡Mecagüen la hora que nació!

Preguntei a la carnicera si iba a tener más chuletones y mi dijo que hasta mañana nada. Buenu, pues entonces mañana güelvo, otru viaje.

Va tocami el turnu ena charcutería, vo p’allá y qué casualidá qu’estaba allí comprando la asquerosa qu’ escupió enas lechugas, estaba comprando de la misma manera:
—Deme cien gramos de chorizo, cincuenta de queso y veinticinco de jamón, muy finito por favor, que a mis niños les gusta muy finito.
—¿Venticinco de jamón?, ¡Anda no jodas, mejor llambes el cuchillu de cortalo! Esta gente… esta gente ¿Por qué no llevarán una barra chorizu, un quesu enteru y un jamón de ocho o diez kilos? ¡¡¡A ver si así non te vemos más en tul mes comprando!!!

Ya me estaba poniendo un pocu nerviosa, la verdá, y detrás de mí, la de las chanclas, que tien a to los vieyos cuntandoi las pecas del escote, o digo yo que sería eso, porque estaban todos mirándoi pa semejante sitiu.

Garro lo de la charcutería y voy pa la pescadería, había como catorce personas delante mí y el pescaderu con su santa pachorra:
—¡Señora, señora, que lo tenemos muy fresco señora! ¿Le quito las espinas? No hay problema, le quito las espinas, le pongo la cabeza para que haga un caldito y las colas se las pongo aparte para el minino. ¿Algo más señora? ¿No? Lleve un poco de bonito mujer, que lo tenemos muy fresco…
Decidí en un segundu que no quería pescau, porque ya estaba a puntu de saltar el mostrador y dai dos turniadas al pescaderu pa que callara la boca y espavilara y además, venía pa la cola la escupiona, ¡buf!, si empieza a pidir dos sardinas, tres calamares y mediu mejillón…. Pámique me tiro en ella. Mejor me voy.

Acordeme de que mi faltaba el pan, fui pa la panadería y estaba allí otra vez la de las coño chanclas. En un instante decidí (era la mañana de las decisiones) que comíamos sin pan, garré una bolsa de lo de molde y carretera y manta.

Llego a la caja, había una cola… ¡Virgen del Carmen! Miro el reló y era tardísimu, llevaba más de dos horas allí pa cuatro tomates. En esto vien una paisana con una cestada de los demonios p’arriba y se mi arrima. El arte que traía era como de querer colase, entós arrimeme a ella, poní mi cara en su oreya y diji por lo bajini y sonriendo…:
—Si se ti ocurre colate, salimos mañana las dos en sucesos.
Oye, mano santu tú, dio un pasu p’atrás y poniose onde tenía qu’estar y sin gorgutir ¿eh? sin gorgutir que yo ya estó en un estau que lo mismu mi da que corra o no la sangre.

Por fin, después de pagar, que a veces é lo más difícil o por lo menos lo que más tiempu lleva, voy pal coche y otra vez la caravana pa salir de Posada. Llego a casa y mi dicen que ¿onde está el pescau, la carne, el pan, las lechugas…? Que seguru que me paré per allá con cualquiera a tomar el vermú y a dar col dedu enas narices toa la mañana… ¡Tevi que cuntar hasta diez pa no morder! Y digo:
—Mirade, no había lechuga, comés si querés esas que hay en güertu llenas de llimaces. El pescau agolía mal y no me atreví a traelo, carne no había y el pan hoy toca de molde ¿vale?
Garré el teléfono y llamo a los amigos:
—Oye, que no vengaes a cenar hoy, que no tevi tiempu de dir a comprar y está la nevera en chasis, que mejor vo yo a cenar con vos.
¡Hala! Que vayan ellos a rompese los cuernos al supermercau, que tienen tiempu, pa eso están de vacaciones.
¡A tomar pol sacu!

0 comentarios:

Publicar un comentario