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domingo, 21 de octubre de 2012

No la hagas... no la temas


Era va munchos años, en una casa de un pueblu cualquiera, vivía un hombre con el so jiyu, con la nuera y con los nietos.

El paisano se había jechu mayor, con la edá se golvió torpe, caminaba a duras penas y est
aba empezando a ser dependiente pa las necesidades básicas de la vida diaria.

El hombre estaba apesadumbráu por no valise por si mismu e intentaba dar pocu que jacer, conformándose siempre con cualquier cosa y agradeciendo cualquier ayuda por chica que fuera.

El jiyu estaba muy enfadáu con el padre por dos cosas, una, porque necesitaba ayuda y eso yos robaba tiempu, y otra, porque ya no yos echaba una mano enos llabores del campu ni con el ganáu. Así es que un día, en unu de aquellos enfados, díjo-y al padre que era un inutil y una carga pa todos, y que lo mejor era que se fuera de casa.

Aquel hombre, era tan autoritariu y tan agresivu hablando, que el padre no se atrevió a dicir nada, y solu hizo un gestu de que acataba la decisión. La nuera, sintiéndose mal y sin atrevese a lleva-y la contraria al maridu, agachó la cabeza pa no mirar a la cara al suegru.

El jiyu, de muy malas maneras, con muy malas palabras y sin mostrar un mínimu de humanidá, abrió la puerta de casa pa que el padre saliera. El vieyu dio un besu a cada nietu y se dispuso a salir.

La nuera y los críos no dicían nada, allí no tenían ni voz ni votu y en el últimu momentu, queriendo el jiyu quedar de güenu, dijo-y al críu más chicu:
-Vete al armariu y garra una manta pa daila a to güelu, ya que va tener que andar pereí pidiendo limosna y durmiendo pel suelu, por lo menos que tenga con que tapase, pa que no pueda dicir que lu echamos de casa sin nada.

Y el guaje chicu, fue corriendo a por la manta, vino con ella y garró una tijera pa cortala a la mitá y el padre echo-y el alto:
-¿Pero que jaces, pa qué la cortas? Dayla entera, que no pueda dicir que no-y dimos con qué tapase.
A lo que el críu contestó:
-Voy a da-y la mitá, porque la otra mitá la voy a guardar pa cuando tú seas vieyu y te echemos de casa.
Y el hombre, se quedó tan helau al oir aquello, que recapacitó y dijo-y al padre que se quedara.

De los cuentos de mio padre, lo mejor siempre fue la moraleja: No hagas con otru lo que no quieras que hagan contigo.

Y yo añadiría... los comportamientos de los críos, son copias de lo que hacen los padres, asi es que... cuidadín.

FELIZ DÍA.

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