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martes, 19 de febrero de 2013

La Petaca



Era en tiempos del ven que te peino, cuando tovía no estaban puestos ni los caminos (y muchu menos las carreteras).

Habíase jubilau el cura de Sotres y entonces, designárenyos otru. Pero claru, el probé como era nuevu, non sabía onde estaba Sotres ni su sombra. Entonces mandoyos una carta pa diciyos que llegaba, pa que mandaran a algunu a escontra d’elli y ensiñara el camín.

Efectivamente, el día que llegaba el nuevu cura mandaren un mogote a Arenas de Cabrales pa que-y jaciera de guia y non se perdiera per entre los argumales.

—¿É usté el nuevu cura de Sotres?

—Sí, hijo mío.

—Pues tien que venir conmigo, me mandaren a mí a buscalu.

—Muchas gracias hijo mío. ¿Cómo te llamas?

—Rafael.

Buenu, pues Rafael delante y el cura detrás, emprendieren el camín. Salió un sol de justicia y el cura, pocu acostumbrau a las maratones, traía una sudada que no se llambía y paró a la sombra de una castañar a descansar un pocu. El guaje, como andaba más pel monte que pe la cocina de casa, pues non cansaba, pero con paciencia, iba al pasu del sacerdote. Entós, bien el cura y saca una petaca que traía y ponse a beber, y Rafael que la ve:

—¡Mecaaaaaaaa! Vaya petaca más guapa que trae usté.

—Sí, ¿a que es bonita?

—Ya lo creo, mi gusta muchu esa petaca ¿Onde se compran?

—Pues no lo sé hijo mío, es un regalo.

—¡Vayaaaaaaa guapaaaaaaaa!


Buenu, pues después de refrescar un pocu, siguen camín arriba, unu delante y otru detrás. El cura, pa jacer el tiempu más amenu, iba preguntándo-y cosas de pel pueblu al mogote, pa que de pasu, lu poniera al día. El rapaz contestaba-y a tou encantau de la vida.

Pero sin tardar muchu, el cura buscó otra sombra y sentóse a descansar, sacó la petaca y echó un tragu, el rapaz golvió a imponderayla:
—Vaya petaca más guapa, vaya como brilla con el sol. Cuando yo sea grande, quiero tener una igual. ¿Onde la compró? ¿Cuantu costará?

El cura intentaba desviar el tema preguntándo-y cosas, que si cuantos años tienes, cuantos hermanos soes, cuantos vecinos hay en Sotres, cuantos crios irán al catecismo esti añu... pero el sol siguía calentando, el cura siguía bebiendo y Rafael siguía en sus trece.

—Vaya petaca, señor cura. Yo nunca había vistu una igual, ¿no sabe onde la compró el que-y la regaló? Yo voy a ajorrar pa cuando sea grande tener una igual que esa y poder ir al monte y llevar la petaca metida en zurrón y que todos se mueran d’envidia cuando me vean sacala y beber.

Entonces el cura ya estaba como el quesu… ¡podre!, y estaba deseando que se acabara el camín y llegar al pueblu, porque si no, iba garrar la petaca y tírala per un depeñaderu y a Rafael detrás. Pero, tovía quedaba un ratu pa llegar, y el mogote siguia dándo-y güeltas a la coño petaca.

—Cuando llegue a casa, voy a cunta-y a mió madre y a mió padre lo de la petaca que tien usté y voy a diciyos que voy a ajorrar pa una y que se yo qué y que se yo cuantu...

Y entonces el cura, que ya estaba empezando a jartase del tema, dijo-y:

—Mira, Rafael, yo, de buena gana te la regalaba, pero es que esta petaca me la regaló mi madre en paz descanse hace muchos años y como ella ya no está entre nosotros, la guardo con mucho cariño porque es de los pocos recuerdos que tengo de ella.

El rapaz paecía que había entendidu al cura y estevo callau un ratu. Pero no pasó ni un cuartu d’hora y ya estaba otra vez con la cantinela de la petaca. Que si era muy guapa, que era una pena que non supiera onde la había comprau la madre, que elli tenía que consiguir una como aquella al preciu que fuera, que-y lo iba a cuntar a so padre, que iba a empezar a ajorrar mañana mismu...

El cura estaba que echaba jumu pe las oreyas y en esi arrebatu...:

—¡Toma! Te la regalo, ¡no la quiero! Tú vas a disfrutar mucho más que yo de ella ¡¡¡que te dure muchos años!!!

El mogote estaba pasau de contentu, estaba deseando llegar a Sotres pa ensiñala a todos.

Pasó el tiempu, unos meses, y el cura ya estaba familiarizau con el pueblu, ya los conocía a todos y todos a él.

Un día, andaba elli jaciendo cosas pe la iglesia y llegó una rapacina guapa, vecina de la casa de al lau y diz que se quier confesar, que no puede esperar al domingo. Buenu, pues a ello.

—Mire señor cura, es que hay un rapaz del pueblu, que...

—¿Que qué hija?

—Es que... mi da vergüenza.

—No hija mía, puedes contarme lo que quieras.

—Pues que hay un rapaz en pueblu, que... ¡mi lo pidió!

—¿Cómo se llama? No será... ¿Rafael?

—Sí.

—¡¡¡Pues date por jodida hija!!!!

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