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lunes, 30 de julio de 2012

Ella es cuando tu no somos

Qué cosa tan misteriosa y a la vez tan natural es usted. Tiene el poder de sorprenderme aun cuando la estoy esperando.

No la tuteo porque yo eso lo hago con mis amigos y usted está claro que ni lo fue, ni lo es, ni lo será nunca.

Desde muy niños oímos hablar de usted, alguien se sienta a tu lado y te explica que esa señora se ha llevado a tu abuelo hasta el cielo y que ahora estará por siempre sentado en una nube de algodón, cuidándote y protegiéndote. Te lo cuentan como una historia extraordinaria que te deja boquiabierta porque nunca te hubieras imaginado que el abuelo pudiera subirse en una nube así como así. ¿Estaría también de noche entre las estrellas contándole un cuento a la luna?

Que cosa tan maravillosa es ella cuando somos niños.
Cuando creces un poco… llega el choque, alguien se va, pero nadie viene y se sienta a tu lado a contarte el cuento de que se subió a una nube, entre otras cosas, porque ya no entiendes que alguien parta a un lugar tan bonito y nadie se alegre, solo ves lágrimas y desconsuelo. Ahí te das cuenta de que algo pasa y que la historia esa de subir al cielo… no es cierta.
Y así es como desde críos nos familiarizamos con ella, preguntándonos siempre que esconde, que misterio la rodea y donde nos encontrará.

Hay quien dice que ella nos lleva a un mundo nuevo, mejor que este. Otros dicen que solo se lleva tu alma, permitiéndote seguir aquí pero sin que nadie pueda verte. En cambio, otros aseguran que ella te destruye, que no queda nada, que el cuerpo hace lo que tiene que hacer y lo demás… los sentimientos, recuerdos y lo que en verdad eres… desaparece, se esfuma y no queda nada.

Ella es tan antigua como la propia vida y sin embargo, nos sigue sorprendiendo y nunca sabremos lo que esconde.
Tiene el poder de marcarnos a fuego en la memoria cada una de las veces que nos pasa cerca, todos sabemos dónde estábamos cada vez que nos hablaron de ella, no se nos olvida el instante en que nos dicen que ella estuvo, ni la cara que tenía el que nos lo dijo, ni las palabras exactas que utilizó, ni lo que estábamos haciendo en aquel instante, ni la reacción que tuvimos, ni la hora ni el día que era. Todo lo recordamos, todo, cuando ella nos toca algo que queremos.

La odiamos sin conocerla, porque nos va arrebatando lo que más queremos. Otros la aman, la llaman y la buscan sin miedo.

Queramos o no, ella viaja en la mochila de nuestra vida, nos acompaña allá donde vayamos y seguramente que disfruta sabiendo que es temida. Va con nosotros en el coche, en el avión… duerme en nuestra cama… a veces la notamos, la sentimos, la olemos, la intuimos… soñamos con ella, nos avisa de que va a venir unas veces y otras se presenta en nuestra casa sin avisar, sin llamar a la puerta. Nos da ventaja porque sabe que en la carrera ella se llevará la victoria y cuando lleguemos a la meta… allí nos estará esperando. No distingue, lo mismo llama en la cabaña de un pastor que en el castillo de un rey.

Es cruel, violenta y desalmada, no le importa la edad que tengas, ni si tienes hijos que criar, ni ancianos por cuidar, si le diste un beso a tu mujer antes de irte a trabajar, si tienes errores que enmendar, dinero por pagar, un hogar por construir, una persona por amar, un traje nuevo por estrenar, un evento al que acudir…

Ella se muestra en ocasiones impaciente y no espera, destrozándote todos esos planes que tenías para mañana, o quizás para hoy.

Imagínatela delante de tí, vestida de negro, con esa media sonrisa dibujada en su cara oscura y fea. La cabeza alta, erguida, orgullosa de si misma, haciéndote saber que es más que tú y que tu vida pende del hilo que ella quiera y decida cortar. Yo la abofetearía y la pisaría por todo lo que me hizo y sin embargo sé, que ella seguiría con su media sonrisa y me diría que todavía tengo mucho que ver de su espectáculo y que algún día subiré con ella al escenario y actuará para mí.

Su nombre, se pasea en forma de pensamiento por nuestra mente cada vez que le da la gana, y ese mismo pensamiento, no hace sino advertirnos… que vivamos intensamente, que hagamos hoy los planes que siempre vamos dejando para mañana, que construyamos ese hogar que soñamos, que demos ese beso a quien amamos, ese abrazo postergado. Dile a esa persona que tiene razón y que tú estabas equivocado, sonríe cuando salga el sol, reconoce que aquel problema no era para tanto, da gracias si tienes salud y disfruta de la compañía de ese café, de sonrojarte bajo la luna y de esa charla con los amigos en una noche de verano.

Ella está ahí para hacerte recordar todas esas cosas que siempre pasamos por alto, esas cosas que pensamos que siempre podemos hacer más tarde o mañana, te advierte que ella nunca pica en tu puerta en el futuro, ni esperará a que estés preparado. Aunque no la oigas te está pidiendo que vivas en el presente con toda la intensidad, porque este instante, este preciso instante, no lo vas a tener nunca más, porque el tiempo se nos escapa entre los dedos como arena de un viejo reloj.

La muerte solo tiene importancia en la medida
en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida
(André Malraux)

No sabemos al fin quien es esta Señora, misteriosa Señora, pero queramos o no la tenemos en nuestros pensamientos, ella se hará sentir toda nuestra existencia, mientras que ella solo se acordará de nosotros… una vez.

Eso sí, como dijo Antonio Machado: la muerte es algo que no debemos temer, porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es… nosotros no somos.

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