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sábado, 28 de julio de 2012

Los probes camareros



Hay que reconocer que los veranos son duros pa todos los que habitamos esta zona, pero más que pa nadie, hay que reconocelo, pa los probes camareros.


Un día cualquiera de aquellos que yo ejercía la profesión que ahora tengo apartada y de la que guardo güen recuerdu y a la que nunca digo “nunca jamás” porque igual hay que golver y con muchu gustu lo haría.
En tul veranu no m’enteraba de nada, paecía que solu vía copas, platos, comandas y xente raru.

La de la cocina llegó a odiame con tou el ser porque yo no paraba de pidir comida, el del bañal tenía pesadillas conmigo porque non paraba de llevai platos puercos y los de la barra tamién mi tenían ascu porque non paraba de pidiyos cafés, chupitos y llevayos copas y pocillos pa lavar.

La verdá é que a simple vista, los camareros paez que non jacemos nada, solu pidir y pidir. Vamos pa la cocina y empezamos a presionar a la cocinera:

—Siete fabadas, dos de sopa, una ensalada mixta sin cebolla, un regüeltu de setas, una d’escalopines al cabrales, otra d’escalopines pero con la salsa aparte, una de gambas, dos chorizos a la sidra, tres cachopos, unu sin quesu, y tres menús infantiles.
Es entonces cuando ella me mira como las vacas al tren y mi pregunta:

—¿En qué orden?
La mitá las veces por non parame digo:
—En el que quieras.



Pero otras veces tienes que por coj… parate y dicir:
—Lo primeru los menús infantiles, pa que los guajes coman y paren de dar gritos pel comedor. Depués mi das la sopa, las siete fabadas, los chorizos a la sidra y el regüeltu de setas. Después ya te aviso yo y mi das los escalopines, los cachopos… ¡Ah! las gambas tamién de primero.
Ponse la coci a trabayar y cuando está a mediu llego yo y digoi:
—Los segundos de la dos, de la cinco y de la doce.
La mirada de vaca güelve salir, entonces pa quitai jierru al asuntu, digo…:
—Cuando podais ¿eh?
En mediu del lio me llama el pesau de la uno. Voy p’allá a ver que quier el tío, porque ya é la de setenta y tres veces que me llama en media hora y mi diz que la jebra sangra, que hay que pasaila pel cazu un pocu más.
Allá güelvo yo pa la cocina, a ver como yos digo yo ahora esto con el jaleo que se traen:
—Que diz el de la uno que i pasedes un pocu más la jebra, que sangra.
Entós me mira la coci con cara de… ¡A ti sí que te sangraba yo, pidiona!
Claru, que esto lo piensa, no lo diz, pero los ojos con las venas ensangrentadas no engañan, que ya lo tengo yo vistu en muchas películas de miedu y eso.

Entre mediu, vienen unos y se sientan ena única mesa que queda libre y dicenmi que tienen antoxu de tortos, picadillo y güevos, asi es que… siete raciones d’eso mismu. Buenu, lo apunto ena comanda, ahora a ver quién tien cojones pa pidilo ena cocina.

Espero un pocu a que desatasquen y ya yos meto p’allá a rosca la comanda de los tortos.

Entre tantu voy llevando platos puercos pal fregaderu, el del bañal tampocu jabla, ta allí concentrau eno qu’está jaciendo, pero tamién de vez en cuando mi echa unas miradas… y cuando ya non puede más mi diz:

—¿Tú qué…? ¿Tienes fábrica de platos puercos?
A lo que yo contesto:
—¿Qué quieres que jaga con ellos? ¿Los cargo en un carretillu y los llevo al contenedor?
No te jode el tío! Debe de pensar que a mí mi presta acarretar platos puercos ena mano tul día, ¡Hala! ¡Como me aburro voy a correr con platos puercos p’allá y p’acá! ¿No te amuela? Si se agobia que-y diga al jefe que-y amplíe la cocina.

Buenu, sigo pidiendo cosas y llevando pe las mesas. Cojo las notas del café y lo pido ena barra:

—Tres solos, unu con gotas de anís, otru con gotas de coñá y el otru sin nada. Dos cortaos, un descafeinau de sobre, un americanu con helu y dos sobres de azúcar, una menta poleo con poca agua, una copa de coñá, un chupito de avellana con helu y otru sin helu (a dolor), un carajillo de ron, un té con limón.. ¡Ah! y un descafeinau de máquina con leche templada, sin espuma y con sacarina.
¡Mira!, yo no sé qué pasa, pero en cuantu nombras el descafeinau de máquina… la espuma que-y falta al café empieza a echala el camareru pe la boca.

Pa que no me salpique la espuma, vome pa la cocina mientras mi lo preparan y veo que la coci está como la guaja del exorcista, que ya casi el piscuezu i da güeltas cuando me ve entrar, porque piensa que vengo con una comanda enrevesada o algo. Si entro y no pido nada… ella espera un ratu y enseguida pregunta:

—¡¡¡¿Qué quieres?!!!
—Nada muyerrrrrrrrrrr, relájate ¡coño!
Está obsesionada conmigo, cada vez que entro pidoi cosas, y si una vez entro y no pido nada… ya me mira mal, por si acasu. Está resabiada.

Vien el de la barra ya con lo que pidí, con el jaleo resulta que mi lo trae tou como Dios quier, el solu sin las gotas de coñá que por lo vistu mangóilas al té, el americanu con el limón y sin los dos de azúcar, el carajillo jézomilu de coñá en vez de ron como i mandé, la menta poleo nadando en agua, y el descafeinau de máquina con leche jirviendo, con espuma… pero cualquiera diz nada, a repartilos pe las mesas como sea.

Y en fin, así se pasa el veranu, como se puede, pero tenemos la suerte de que después cuando acaba el día nos sentamos al serenu ena terraza y nos riimos de tou lo que nos pasó. Y tenemos otra suerte mayor, que aunque sea trabayando, veraneamos en Asturias, que ya quisieran munchos, ¿o no?

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